domingo, 17 de octubre de 2021

Faedo de Ciñera...León. Colores de otoño en el hayedo

 Comenzamos el día, lamentando las bajas de los otros componentes del grupo, pero no había vuelta atrás, y montados en la furgo a las 8:00 en punto de la mañana de este 16 de Octubre, salimos rumbo a Ciñera.

La excursión de hoy a propuesta de Carlos consistía en la visita a un Hayedo espectacular sito en esta localidad cerca de León y un poco más allá de La Robla. 


Dos horas nos distanciaban de la primera parada, y transcurrido dicho tiempo carretera de por medio, en el restaurante Senén, con el panadero a su puerta lo que aprovechamos para comprar dos barras, tomamos asiento y sin ningún tipo de complejo nos pedimos un desayuno completo a base de tostada de jamón con tomate, y café  leche. Todo un manjar y un acierto, Carlos y Loli no resistieron la tentación de comprar una caja de pastas de mantequilla, conocidas por ellos de otras aventuras por la zona y a la que nadie hizo ascos cuando se presentó la ocasión de saborearlas. Y así, con la panza llena de nuevo, y la caja de pastas bajo el brazo, todos a la furgoneta  para cubrir los 3 km que quedaban para llegar al punto de partida.

Ciñera es un pueblecito pequeño, pertenece a una cuenca minera la cuál ha quedado a día de hoy parada, el sitio respira ambiente minero, y lo demuestra en sus numerosos reconocimientos a modo de esculturas y utensilios expuestos en todo el pueblo.


De allí parte esta ruta la cuál cogemos a la orilla del río. El primer tramo es sencillo, Salimos del pueblo y lo primero que nos encontramos es el cementerio. Unos bancos y mesas detienen nuestra marcha, y obliga a testimoniar el lugar con las fotos de rigor, se empieza a vislumbrar a lo lejos los picos de las montañas que nos rodean y el desfiladero por el cuál transcurre esta ruta. A pocos metros una bocamina a modo de capilla Sixtina minera, expone un sinfín de utensilios utilizados para aquellas tareas ahora en desuso. Al fondo la imagen de un lo que dimos por hecho que era un santo, pero que muy posiblemente fuese Santa Barbara, a la cuál rinden culto los mineros. Una vagoneta, una carretilla con ruedas metálicas y algo parecido a un autobús de dos compartimentos completan los alrededores del sitio. Continuamos por la pista y tras sobrepasar unas edificaciones en estado ruinoso, los postes indicativos nos dan la dirección del Hayedo y su comienzo. Comenzamos a ver el colorido de sus árboles, es un paseo muy bien indicado, una pasarela de madera y diversos puentes del mismo material sortean alguna de las trampas del terreno, El recorrido del arbolado no son más de dos kilómetros, pero suficiente para contemplar el bello paisaje que este rincón proporciona. Puedes ver desde las hayas que son las protagonistas del bosque, como veterano un árbol de más de 500 años, pasando por su riachuelo de aguas cristalinas y pilones que se han formado muy parecidos a los que vimos en los pilones del infierno, allí llamados marmitas. Todo ello te envuelve en ese lugar mágico que durante tanto tiempo los habitantes del lugar han sabido conservar.
Tras ese espectacular colorido, y con los ojos aún guardando en la retina sus imágenes, continuamos ahora por una senda un poco más estrecha la cuál nos aleja de los árboles y nos adentra en un embudo natural de la montaña por el que hemos decidido seguir, siguiendo el track de la ruta. 

Llegados a este punto nos encontramos con la primera dificultad de la jornada, una subida un tanto empinada y con piedras, la cual sorteamos durante unos 300 metros de ascensión. El final es como una pequeña cumbre que sin un esfuerzo de intrépido montañero, celebramos haber llegado hasta ella como si coronásemos el Himalaya. No faltaron las risas, las fotos, los videos y los comentarios de, que pasaría si todos hubiésemos estado en ese lugar. 


El tramo que sigue es sencillo y muy vistoso, con la hora de comer rondando, entramos en el pueblo que parte la ruta en dos, su cementerio a modo de bienvenida. Estaba completo por lo cuál, no nos creó ninguna preocupación, y sin motivo evidente de deterioro tal, alegres lo flanqueamos. Buscando un lugar donde sentarnos a comer el bocadillo de tortilla con ese pan de horno de leña, que muy astutamente compramos al madrugador panadero. Cien metros recorrimos por la carretera que atraviesa el pueblo, llovía débilmente, por lo que urgía buscar un resguardo donde comer, una marquesina de chapa a modo de nave descubierta albergaba una mesa y cuatro bancos, un parque infantil al lado y sorpresa¡¡ la mesa ocupada por cuatro obreros que vimos más tarde que realizaban trabajos en una de las casas del pueblo. Como no tenían visos de acabar pronto, y menos viendo las longanizas y demás viandas que allí sacaron, nos fuimos hasta el final del pueblo y sentados en un banco y ahora sin llover, nos comimos el bocata con el apetito voraz que abre una caminata como la que habíamos recorrido.  

Pasaban diez minutos de las dos de la tarde cuando terminamos de dar cuenta del bocata, y volviendo sobre nuestros pasos, pues la ruta requería volver a atravesar el pueblo, pensamos que sería genial si hubiese un bar, a lo que asomándonos a una de las calles, vimos a modo de cobertizo, el lugar perfecto para habernos sentado a comer...ya tarde para eso. En una de las puertas asomaba una moza muy bien arreglada y no menos pintada, a la cuál le preguntamos si había bar, raudo contestó; Nooo, y ni falta que nos hace;... pareció ruda la contestación pero a su favor diré que se ofreció a hacernos uno. Conversamos con ella un ratillo y aprovechamos para preguntar por la vuelta hacia Ciñera, nos dijo claramente que era un pedregal la bajada y piedra además suelta. A eso sale su padre y alcalde del pueblo y da la voz de a comeeeer, no antes de contestar a la pregunta de si hay senda para bajar al pueblo, dice que si, hay que buscarla, pero existe. Está pasando el abrevadero que hay por la carretera, un poco más adelante a la izquierda la encontrareis.

Pues con esas indicaciones y el track de Carlos comenzamos el regreso, el abrevadero aunque seco allí estaba, el camino de entrada también pero, la tal senda se perdió al poco de sobrepasar un rebaño de cabras que tranquilamente pastaban por aquellos lares. De los dos habitantes del pueblo nos tocó el más trolero, o sea, el alcalde, el otro era el cabrero al que no conocimos. Intentar salvar ese desnivel era arriesgado así que decidimos continuar por la carretera, aunque hicimos otro intento que nos llevó al mismo sitio y al final lo único que pasó es que perdimos casi una hora buscando la inexistente senda... el que hizo ese track, creo que tiene rabo y pezuñas como aquellas cabras que observábamos. 

Dispuestos a no dar tanta vuelta por la carretera, encontramos una bajada más propicia, menos pendiente y sin piedras. La duda  era que al fondo donde se divisaba la carretera una hilera de árboles atravesaba de lado a lado, dando a entender que o había un río o algún barranco por donde no poder pasar. Fue lo primero y era todavía cría por lo tanto riachuelo, cuatro piedras y salvamos el obstáculo. 

Llegamos por fin a la carretera bajando por ella un kilómetro el siguiente pueblo llamado La Vid, y de allí  a un kilómetro Ciñera cono punto final del recorrido. Lo que pasó en La Vid, es para contar en persona, y el lugar donde decidimos ya anochecido parar a cenar también requiere escenificarlo, así pues termino este relato y espero poder incluir más nombres en el próximo.

Las fotos del día las encontraréis AQUÍ solo tenéis que pinchar AQUÍ

y Las de Carlos AQUÍ  o  AQUÍ