domingo, 14 de noviembre de 2021

Hayedo La Pedrosa 2.0 ...adrenalina para los sentidos



Aprovechando el refrán "veranillo de San Martín, dura tres días y fin". Otra vez y para algunos es el cuarto fin de semana, nos dio tiempo a visitar otro bosque. El hayedo de la Pedrosa ofrece muchas versiones, sobre todo en tiempo de otoño, si la otra vez fue potenciar los colores con la lluvia, esta vez fue el sol quien nos desveló el potencial del bosque a través de sus rayos de luz atravesando el corazón del hayedo. 

Como otras veces, lo importante si queremos aprovechar el día, es madrugar. Aunque esta vez fuesen las 8:00 cuando partíamos desde Aldeamayor de San Martín, punto que fue de encuentro. Una hora y cuarenta minutos como bien indicaba el G.P.S., fue lo que se tardó en aposentarse en las calles de Riaza, más bien en su plaza que, para no perder las buenas costumbres fue testigo de como desayunábamos. Esta vez sin la misma suerte que en ocasiones anteriores, donde encontramos tostadas y jamón del bueno, aquí brillaron por su ausencia.  

El destino para iniciar la ruta de hoy, era el puerto de la quesera, frontera con la provincia de Guadalajara, en su punto más alto aparcamos los coches como pudimos en los pocos sitios que nos habían dejado. Siempre hay alguien que madruga más. Ocho éramos hoy los caminantes, y como dos de ellos ya conocían el sitio, apuntaron el lugar exacto donde empezar a descender hacia el hayedo. "Allá donde termina la vaya quitamiedos de la carretera, asoma un pequeño sendero que os conducirá hasta lo más frondoso del bosque", así dábamos explicaciones a una pareja que llevaba las mismas intenciones y que no conocía el lugar. Sirvió para todos e iniciamos la marcha.

Puestos a ello, los primeros tramos y los más empinados de sortear, con el hielo de por la noche y sin haber dado aún el sol, los encontramos resbaladizos. Nada que no pudiéramos solventar con nuestra particular destreza, pero que nos hizo tomar todo tipo de precauciones para no caer al suelo. Pronto llegamos a las zonas de sol, que a su vez ya eran mucho menos pendientes, por lo que el caminar se hizo más seguro. Las fotos y videos fueron el principal motivo de paradas en los numerosos lugares y rincones que este bosque ofrece. Además de su contemplación dejamos con creces testimonio gráfico de lo que vimos. 

Así sin prisas, puesto que  el recorrido  era unos cinco kilómetros y medio y teníamos tiempo suficiente para recorrerlos y recrearnos antes de la hora de la comida la cuál teníamos reservada para las tres de la tarde. Paso a paso y foto a foto, llegamos al punto intermedio, delimitado por un pequeño puente de madera que cruza el pequeño rio que nos acompañó en nuestro caminar, cruzando este, ahora circulamos por su otro margen, aunque le seguimos llevando en nuestra margen derecha pero esta vez todo hacia arriba pues el punto más bajo estaba en el puente. Todavía nos dio tiempo a ver y disfrutar de muchos e interesantes lugares dentro del bosque, a la vez que a base de subir durante un tiempo, conseguimos llegar a la carretera que nos llevo de nuevo a nuestros coches. Decir que el sol nos acompañó toda la mañana, por lo que se hizo muy agradable el caminar por este recomendable y maravilloso bosque de Hayas.

Desde allí, bajando de nuevo el puerto, volvimos a la villa de Riaza, nos acercamos a ver su plaza ahora mucho más despejados que a primera hora de la mañana, y tras un intento de tomar algo, nos fuimos al restaurante donde nos esperaban los alubiones de la granja y callos a la madrileña, que con el arroz con leche de postre, reactivaron de nuevo nuestras baterías. El resto de la tarde lo ocupamos ya de vuelta en visitar la ermita de San Frutos situada en las hoces de rio Duratón. Vimos ocultarse este sol de otoño que se apagó lentamente bajo la atenta y perdida mirada al horizonte de todos lo que allí nos encontrábamos. Otro día para enmarcar con buen tiempo, con risas, con la mejor compañía posible, y con esa sensación al llegar a casa de ganas de más. La próxima más y mejor.


miércoles, 10 de noviembre de 2021

Ruta del Celorio y hayedo Boyariza... nuestro mundo en otoño

 

"Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
¿Quién ha visto sin temblar
un hayedo en un pinar?"

Antonio Machado


Nieve por las cumbres,
barro en nuestros pies,
así es el otoño
el mundo al revés.
Asombrado me hayo
por tanta belleza,
por tanto color y tanta grandeza,
de este bien hallado
hayedo nombrado 
de la Boyariza.
No menos preciada
y contigua senda, 
que comparte enclave,
rigor y mi elogio,
con su cuento escrito
la hemos caminado,
leído y gozado.
Y al final en alto
donde el camposanto
hemos conocido
al pobre Celorio
y a su amigo el Paco.

               Paco Galán   


 Cuando éramos mas jóvenes, ya tuvimos nuestras idas y venidas, no voy a decir que fueron muchas y muy seguidas, porque no fue así, pero todas las excursiones que hicimos las disfrutamos a tope. La prueba de ello es que nos acordamos de todas ellas. 

 Ésta que corresponde a la semana del puente del día 1, tuvo que ser aplazada por temas meteorológicos, así este 6 de noviembre partíamos a las 7:30 de la mañana rumbo León, concretamente Vega de Gordón, donde está situado el restaurante donde desayunamos.

Llenos de pastas, café y tostadas con jamón, de nuevo a los coches para acercarnos en breves minutos al aparcamiento donde iniciamos la ruta del Celorio, primera parte del total que planeábamos hacer. Antes cabe destacar que al coche de Jose y Dolores, donde iban también Carlos y Loli, les paró la guardia civil en un control de documentación, comprobado esto, el guardia le pregunta a Jose: "¿son ustedes convivientes?" , con los nervios Jose contesta: SI. Menos mal que no siguió el interrogatorio porque Carlos ya ponía las dos muñecas para que le esposara el señor guardia. 

Anécdotas aparte, el día aunque fresco amaneció soleado y aún con las risas de lo ocurrido comenzamos ruta, esta vez con dos jóvenes que inconscientemente se atrevieron a venir con nosotros, Diego y Ricardo, su tarea fue: uno grabar con el dron y el otro con el estabilizador, con lo que les tuvimos entretenidos toda la mañana.

El recorrido eran dos rutas unidas, la del Celorio de 5,5 km, llamada así por tener escrito a lo largo de ella, la historia del pobre Celorio...un personaje curioso. Tenéis toda la información y la historia AQUI ., y seguida la del hayedo de Boyariza, que son unos 8 kilómetros.

Centrándonos en nuestro primer recorrido que son unos 5,5 kilómetros, ataviados con todo tipo de dispositivos para plasmar testimonio de lo visto y vivido, comenzamos ligeramente a subir hasta el pequeño pueblecillo de Paradilla. Este primer tramo se hizo ameno, no tiene ninguna dificultad y, aunque sube hasta el susodicho pueblo, es fácil de andar. Apostados en alto del pueblo, junto a la ermita y el cementerio, las vistas que ofrece el lugar son recomendables 100%, aprovechamos para grabar videos, hacer fotos, y volar el dron  de Diego que ve más allá que nosotros y nos ha ofrecido unas imágenes espectaculares de la zona. 

El resto de ésta ruta es todo hacia abajo, con algunos tramos algo más complicados, nada que no se pueda salvar. Todos los componentes de la expedición se vieron abocados a las puertas del susodicho hayedo de la Boyariza que, realmente era la finalidad del viaje. El camino ahora llano, se hizo algo cansino por el barro acumulado, todo debido a las lluvias caídas los anteriores días y de algo que nos sorprendió encontrar, nieve a esas alturas. Ya la vimos desde lo alto de Paradilla, y el dron nos dio una imagen de como estaba todo nevado, pero no pensamos verla tan cerca.  Adentrados unos kilómetros en aquél bosque, con el río en paralelo, y gustándonos lo que veíamos a nuestro alrededor, algunos reclamábamos la hora de dar cuenta del bocadillo, al rato de comentarlo, vimos un sitio saliendo de la sombra, donde daba de pleno el sol, y allí sentados en las piedras, que hicieron la vez de mesas y sillas, nos comimos los correspondientes bocatas. Con el estomago lleno puede que se ande peor, pero se piensa mejor, y al llegar al punto donde indicaba el desvío a la cascada, hubo un pequeño impás, para decidir que hacer, si darnos la vuelta o seguir  en el hayedo, realmente ese era el comienzo del corazón del bosque, solo que lo que quedaba por recorrer era cuesta arriba cuatro kilómetros, y casi otros tantos de bajada que desconocíamos de su dificultad. Antes de que las mujeres y Ricardo se volviesen por donde habíamos venido, decidiendo no continuar el resto de la ruta, nos acercamos a la nombrada cascada, Diego subió las escaleras insertadas en la roca haciendo de explorador, vimos que estaba todo muy resbaladizo, con el peligro correspondiente y lo dejamos. Otra vez apostados en el punto anterior, nos separamos unos hacia arriba y otros a volver a los coches por el camino corto.

Los que subimos vimos la nieve de cerca, la pisamos y la sentimos, pero también nos tocó sudar los cuatro kilómetros de ascensión. Mereció la pena el esfuerzo pues en lo alto encontramos un amplio espacio nevado entre sol y sombra dibujando las crestas de las montañas que nos rodeaban en ese momento. El dron nos descubrió el lugar y quedamos sorprendidos del espectáculo.

Ahora solo quedaba bajar los otros tantos kilómetros que nos llevasen al pueblo de Geras donde antes de llegar contactamos con el resto para que se acercaran con el coche y así tomar un café. Así se hizo y tras comprar algún que otro producto de la zona y tomarnos el refrigerio, partimos de vuelta a casa con la satisfacción de haber pasado otro gran día. 

Para finalizar el día, nos fuimos todos a Tudela a cenar los restos de tortillas que sobraron de la comida. Esta vez no pondré enlaces a las fotos son demasiadas y se nos están llenando los discos duros. En su defecto pongo aquí unas pocas. 



 



















lunes, 1 de noviembre de 2021

Hayedo de La Pedrosa...el otoño en su plenitud




"Cuando los sentidos se embriagan de color, la retina no puede retener más formas y la mente te lleva a lugares inimaginables,...es momento de agradecer que la vida sigue su curso y que aún cuenta con nosotros."

El puente de todos los santos suele ser motivo de planes con la familia o con amigos. También suele ser el inicio del tiempo otoñal que climatológicamente hablando quiere decir que comienza el frío. En esta ocasión  fue la lluvia la que medio chafó nuestros planes. Había quorum casi general para visitar  un Hayedo por el norte de León, pero ahora no es Mariano Medina quien nos da la predicción del tiempo, es nuestro móvil, nuestra Tablet o nuestro portátil, y si bien es verdad que suelen equivocarse poco, acojonan algunas veces.

Viendo esto, abortamos excursión a León, y lo cambiamos por quedar el sábado por la tarde para tomar algo y cenar juntos. No obstante, Susy y Yo nos quedamos con las ganas de hacer algo y consultado también con toda la tecnología de la que disponemos, vimos un Hayedo más cercano, el de la Pedrosa. Situado en la provincia de Segovia y a una hora y cuarenta minutos de aquí, era más factible, pues en caso de no poder realizar la ruta, la vuelta a casa sería más asequible.

Así sin pensarlo mucho nos levantamos el domingo y emprendimos rumbo a Riaza, localidad próxima al comienzo de la excursión. La lluvia no apareció durante el trayecto en coche, y sentados a desayunar en la plaza mayor de dicho pueblo, preservábamos la esperanza de que siguiera sin aparecer. 


El comienzo de la ruta del track que llevábamos, marcaba el inicio subiendo al puerto de la quesera, pasando por la carretera que lleva al pintoresco pueblo de Riofrio de Riaza. Sobrepasado éste, comienza la subida del puerto, y ya las vistas auguraban que algo bonito íbamos a ver, con el embalse en el margen derecho de la calzada, ascendimos por encima de él hasta perderle de vista. Y el paisaje cambió a tonos amarillos y cada vez más amplios por ir cogiendo altura. Llegamos arriba del puerto con pocos sitios para aparcar, pero nos apañamos. La vista desde arriba era dudosa pues la niebla dificultaba ver el frondoso valle donde se suponía que estaba el hayedo. 

Comenzamos a descender ya cargados con nuestras mochilas nuestro poncho y nuestros paraguas, porque el móvil no suele fallar en su pronostico. El camino era cómodo, no muy embarrado pero si húmedo y no muy concurrido dado el día que hacia, a favor la temperatura era muy agradable.

La niebla que subía y bajaba por momentos, nos permitía ver de vez en cuando el fondo de paisaje, y en lo más lejano el embalse de Riofrio. Y continuábamos bajando por aquel sendero, haciendo fotos y grabando videos. Al cabo de un tiempo nos empezamos a adentrar en en el hayedo, la primera impresión es un golpe de color que te sorprende, las formas de los árboles, el verde de sus cortezas, el amarillo de las hojas...todo te comienza a envolver y sigues descendiendo y cada vez más frondoso, más envuelto en colores y formas, y no puedes de parar de mirar, de hacer fotos de sorprenderte y de pensar que nada de eso te esperabas del lugar, y así durante todo el recorrido. La lluvia al final hizo acto de presencia y a pesar de no ser muy fuerte, si es cierto que molestaba por lo incómodo de tener que llevar paraguas y no dar a basto con las manos a hacer cosas. Si para esto era una molestia, a lo que contribuyó en demasía fue a potenciar el color de todo lo que nos rodeaba,

Envueltos en aquella maravilla y tras recorrer unos tres kilómetros  todo de suave descenso, llegamos a un puentecillo de madera que atravesaba el riachuelo que venia acompañándonos a nuestra margen derecha desde lo alto del puerto. Allí acababa la bajada y partía el camino en dos, izquierda subida al embalse,  y derecha subida de nuevo al puerto, esta vez por la otra margen del río. Escogimos derecha para volver al inicio, pues ir hasta el pantano y volver a ese mismo punto suponía hacer seis kilómetros más, y no era plan de exprimir tanto el día y tentar a la suerte en demasía. Comenzamos a subir entonces, sin que cambiase nada más que los rincones eran distintos de formas, pero con el mismo encanto y colorido que lo que hasta entonces traíamos. Pese a ir cuesta arriba, no era para nada empinado, demasiado cómodo me pareció para lo que habíamos bajado. 

La lluvia iba y venía, solo a falta de un kilómetro para alcanzar la carretera que nos llevase hasta la furgo, comenzó a caer con ganas, la previsión en estos casos es fundamental e íbamos preparados con la ropa adecuada, y el abrigo necesario.


Al llegar a la furgoneta, cierto es que nos mojamos, no íbamos calados como algunos que vimos, pero si mojados como para hacer lo que hicimos, cambiarnos de ropa y de calzado, que también lo habíamos previsto, y ya agustito dentro de la misma, nos dispusimos a comer, calentándonos unos callos con garbanzos que nos supieron a gloria, después café y pastas del lugar para terminar una mañana perfecta. 

Al final lo que sacas de todo esto es agradecer que puedas hacerlo, que haya sitios tan maravillosos para ver, que benditos los colores, las formas, bendita la lluvia cuando cae en su momento, bendito el poncho que nos protege y el paraguas aunque te inutilice una mano, benditas las botas del decathlon, las mochilas, los calcetines y benditos los callos con garbanzos. Lugar para repetir la experiencia tantas veces como haga falta, aún no salgo de mi asombro por lo que vi.  Hasta la próxima.

Las fotos AQUI